Anatomía del Secuestro Múltiple de 1970: Investigación Dawson’s Field
| Secuestros de Dawson’s Field (1970) | |
|---|---|
| Periodo: | 6–12 de septiembre de 1970 |
| Ubicación principal: | Aeródromo de Dawson’s Field (cerca de Zarqa, Jordania) y espacio aéreo de Europa y Oriente Medio |
| Organización responsable: | Frente Popular para la Liberación de Palestina (PFLP) |
| Aerolíneas implicadas: | Trans World Airlines (TWA), Swissair, BOAC, Pan American World Airways (Pan Am) y El Al (intento frustrado) |
| Modelos de avión: | Boeing 707, Douglas DC-8, Vickers VC-10, Boeing 747 (Pan Am) y Boeing 707 (El Al) |
| Vuelos afectados: | TWA 741, Swissair 100, BOAC 775, Pan Am 93 y El Al 219 (intento de secuestro frustrado) |
| Origen y rutas principales: | Vuelos de largo radio entre Europa y Norteamérica (principalmente Fráncfort, Zúrich, Londres y Nueva York), desviados hacia Jordania y Egipto |
| Número aproximado de rehenes: | Más de 300 personas entre pasajeros y tripulaciones, de múltiples nacionalidades |
| Supervivientes: | La práctica totalidad de los rehenes fueron liberados; se registró al menos un fallecido vinculado al intento de secuestro del vuelo de El Al y varios heridos en esa intervención |
| Naturaleza del suceso: | Secuestros múltiples coordinados de aeronaves comerciales, con desvío de tres aviones a Dawson’s Field y uno a El Cairo, uso de rehenes como instrumento de presión política y destrucción en tierra de las aeronaves tras la evacuación |
| Hallazgos clave (Parte 1): | Planificación centralizada por el PFLP; uso de pasaportes falsos y debilidades de seguridad en aeropuertos europeos; ausencia de puertas reforzadas de cabina; coordinación casi simultánea de los secuestros; intento fallido contra el vuelo de El Al gracias a la presencia de agentes de seguridad a bordo; utilización de Dawson’s Field como plataforma mediática y de presión diplomática. |
| Consecuencias inmediatas: | Crisis internacional con participación de varios gobiernos occidentales y árabes; presión extrema sobre Jordania como país anfitrión; debate urgente sobre medidas de seguridad en la aviación civil; transformación de los secuestros aéreos en herramienta de impacto global y preludio del conflicto abierto entre el gobierno jordano y organizaciones armadas palestinas. |
línea temporal
Condiciones climatológicas: En los primeros días de septiembre de 1970, las condiciones meteorológicas en las rutas utilizadas por los vuelos de TWA, Swissair, BOAC y Pan Am eran en general estables y típicas de finales de verano en Europa y Oriente Medio. Los despegues se realizaron con buena visibilidad en los principales aeropuertos europeos, sin presencia de tormentas organizadas ni fenómenos convectivos significativos. En el corredor hacia el Mediterráneo oriental y Jordania, los vientos en altitud se mantuvieron dentro de los rangos habituales para la época, con ausencia de turbulencia severa reportada en los tramos de crucero relevantes. Sobre la zona de Amán y el área desértica cercana a Zarqa, donde se encuentra Dawson’s Field, predominaban condiciones secas, con cielo poco nuboso y sin actividad meteorológica que comprometiera las operaciones de aproximación y aterrizaje. Desde las primeras evaluaciones, tanto las aerolíneas como las autoridades implicadas descartaron la meteorología como factor contribuyente en los secuestros y en las maniobras de desvío: la totalidad del riesgo provenía de la acción humana y de la vulnerabilidad del sistema de seguridad aérea, no del entorno atmosférico.
Factores clave: Los secuestros asociados a Dawson’s Field se produjeron en un contexto en el que la aviación comercial internacional operaba con altos niveles de confianza y mínimos controles de seguridad. Los vuelos implicados —TWA 741, Swissair 100, BOAC 775 y Pan Am 93— unían grandes hubs europeos con destinos en Norteamérica, transportando a centenares de pasajeros de múltiples nacionalidades. La coordinación casi simultánea de los secuestros por parte del Frente Popular para la Liberación de Palestina (PFLP) permitió tomar el control de varios reactores de largo radio en cuestión de horas, aprovechando cabinas accesibles, puertas ligeras sin refuerzo y procedimientos de embarque que no contemplaban un perfilado sistemático de riesgo. El uso de pasaportes europeos falsificados y de armas ligeras fácilmente ocultables evidenció la fragilidad de los filtros de seguridad en aeropuertos como Fráncfort, Zúrich o Londres. La elección de Dawson’s Field —un aeródromo semidesértico, poco vigilado y con pista suficiente para el 707, el DC-8 y el VC-10— ofreció al PFLP un escenario controlado donde gestionar rehenes, negociar y proyectar una imagen de poder hacia la opinión pública mundial. Paralelamente, el intento frustrado de secuestro del vuelo 219 de El Al, abortado gracias a la presencia de agentes armados y procedimientos de seguridad propios de la aerolínea israelí, introdujo un contraste directo entre distintos modelos de protección. En síntesis, la crisis de Dawson’s Field fue el resultado de la convergencia entre una operación terrorista cuidadosamente planificada, un sistema de aviación civil que no había sido diseñado para afrontar secuestros múltiples coordinados y la instrumentalización de los rehenes como herramienta de presión política sobre varios gobiernos de forma simultánea.
En septiembre de 1970, cuatro aviones comerciales fueron secuestrados por el Frente Popular para la Liberación de Palestina —en la mayor operación coordinada de la historia de los secuestros aéreos— y llevados, tres de ellos, al remoto aeródromo de Dawson’s Field, en Jordania. El episodio desencadenó una crisis internacional sin precedentes, aceleró la implantación global de controles de seguridad aeroportuaria y contribuyó al estallido inmediato de la guerra civil jordana conocida como “Septiembre Negro”.
CONTEXTO HISTÓRICO Y GEOPOLÍTICO
A comienzos de los años setenta, Oriente Medio estaba atravesando uno de sus momentos más tensos. Tras la guerra de 1967, miles de combatientes palestinos se habían asentado en Jordania, y en muchas zonas la presencia del estado era casi simbólica. La OLP y sus distintas facciones, entre ellas el PFLP, operaban con una autonomía creciente que el rey Hussein veía como una amenaza directa a su autoridad.
El PFLP, liderado por George Habash y con Wadi Haddad al mando de las operaciones, tenía una idea clara: si el conflicto palestino no lograba atención internacional por la vía diplomática, la conseguirían por la vía mediática. Para ellos, la aviación comercial era el escenario perfecto: vuelos internacionales, ciudadanos de muchos países, impacto inmediato en gobiernos y prensa.
Europa, mientras tanto, vivía en una falsa sensación de seguridad. Había habido secuestros antes, sí, pero nunca un ataque coordinado. Los aeropuertos funcionaban con controles mínimos y sin tecnología real de detección. Nadie imaginaba que un grupo pudiera secuestrar varios aviones el mismo día.
Estados Unidos observaba con preocupación cómo el equilibrio regional se desestabilizaba, temiendo que Jordania —aliado clave— pudiera colapsar. Israel, mucho más consciente del riesgo, había reforzado la seguridad de sus aerolíneas años antes, lo que explicaría más tarde por qué el secuestro de El Al sería el único que fracasó.
En este escenario, Dawson’s Field no fue solo el destino final de varios aviones. Fue el punto de colisión entre un movimiento palestino decidido a amplificar su causa, una Jordania al borde del estallido interno, una Europa desprevenida y una aviación civil aún inmadura ante las amenazas modernas. La operación no solo paralizó al mundo: dejó claro que la aviación podía convertirse en herramienta geopolítica. Y desde allí, ya nada volvió a ser igual.
Oriente Medio tras la Guerra de los Seis Días.
George Habash, líder del PFLP.
Wadi Haddad, cerebro operativo del secuestro múltiple.
Rey Hussein de Jordania en los años previos a la crisis.
QUIÉN ES QUIÉN: FACCIONES, LIDERAZGOS Y ACTORES CLAVE
Comprender Dawson’s Field exige identificar quién movía los hilos en 1970. Cada actor —político, militar o institucional— tenía intereses distintos, y la colisión entre ellos terminó haciendo posible el secuestro múltiple.
El PFLP, con su mezcla de ideología marxista y estrategia internacional, buscaba proyectar la causa palestina al mundo entero. Su líder, George Habash, era la cara política; el cerebro operativo, Wadi Haddad, planeaba acciones diseñadas para tener un impacto global.
La OLP, dirigida por Yasser Arafat, intentaba consolidarse como representante legítima del pueblo palestino. Sin embargo, su control sobre las facciones era limitado, especialmente en Jordania, donde miles de fedayín actuaban con autonomía creciente.
Yasser Arafat, líder central de la OLP
El rey Hussein, enfrentado a esta expansión de poder dentro de su propio territorio, veía cómo Jordania se deslizaba hacia un conflicto interno. La operación del PFLP no solo desafió a Occidente: también puso al límite la estabilidad del reino.
Occidente, por su parte, miraba la región con preocupación:
Estados Unidos temía un colapso de Jordania.
Israel reforzaba la seguridad aérea tras varios ataques previos.
Europa, confiada en exceso, mantenía aeropuertos vulnerables.
Las aerolíneas afectadas —TWA, Swissair, BOAC y Pan Am— formaban parte de este rompecabezas político, mientras El Al demostraba que la seguridad israelí estaba años por delante en protocolos antiterroristas.
Cronología del Secuestro Múltiple
La operación de Dawson’s Field se desarrolló en cuestión de horas, pero su impacto se prolongó durante días. Esta línea temporal resume cómo cuatro secuestros simultáneos —y un quinto fallido— alteraron el orden internacional.
El secuestro múltiple del PFLP en septiembre de 1970 transformó la seguridad aérea global. Durante una semana, Dawson’s Field se convirtió en el epicentro político del mundo: pilotos, diplomáticos y gobiernos operaron bajo una presión inédita mientras miles de millones seguían las noticias en directo.
Los Aviones y las Tripulaciones Secuestradas
Cuatro aviones, cuatro tripulaciones y un mismo destino forzado. Cada modelo planteó retos distintos para secuestradores y pilotos. El PFLP los eligió por su alcance, su valor simbólico y la diversidad de nacionalidades a bordo. Pero ninguna aeronave reaccionó igual, y la experiencia de sus tripulaciones marcó el desarrollo de la crisis.
El Boeing 707 y el DC-8 eran aviones de primera generación: robustos, versátiles y muy utilizados en rutas intercontinentales. El VC-10, aunque menos común, tenía una capacidad de ascenso excepcional pero requería pistas en buen estado. El 747, recién estrenado, simbolizaba la modernidad.
Paradójicamente, su tamaño lo hizo inútil para Dawson’s Field.
Las tripulaciones, formadas en procedimientos muy distintos a los actuales, dependían más de la negociación que de la fuerza. El concepto de “cabina cerrada” todavía no existía. Su profesionalidad evitó víctimas directas durante los secuestros.
Los aviones no fueron solo víctimas: determinaron la operación. Su alcance permitió el secuestro. Sus limitaciones configuraron dónde podían aterrizar. Y su valor simbólico multiplicó la presión diplomática. Entender sus diferencias técnicas es entender por qué Dawson’s Field ocurrió exactamente como ocurrió.
Rehenes, Negociaciones y Vida a Bordo
Los secuestros de Dawson’s Field no solo fueron una operación política y militar: fueron una experiencia humana extrema para más de 300 pasajeros y tripulantes. Durante días quedaron atrapados entre incertidumbre, calor, amenazas, esperanzas intermitentes y negociaciones que avanzaban tan lentamente como el propio desierto.
La dinámica dentro de cada avión fue distinta, pero en todos ellos se mezclaron miedo, disciplina, improvisación y una sorprendente capacidad de cooperación.
Rehenes en Dawson’s Field después del desembarque.
Tripulación de BOAC tras su liberación.
Rehenes entrevistados por la prensa tras ser liberados.
Logo del FPLP.
¿Qué vivieron los rehenes?
Los rehenes experimentaron horas de tensión constante.
Dentro de los aviones la temperatura oscilaba entre el frío nocturno y un calor sofocante durante el día. El olor, la falta de agua, los baños colapsados y la incertidumbre empeoraron el ambiente.
Aun así, la mayoría coincidió en que los secuestradores actuaron con un equilibrio extraño entre firmeza y pragmatismo: mantenían la amenaza, pero no buscaban daño gratuito.
La tripulación jugó un papel clave: tranquilizaron, organizaron turnos, mantuvieron rutinas básicas y dialogaron de forma continua para evitar escaladas de violencia.
La vida a bordo estaba llena de contradicciones: miedo agudo, pequeños gestos de humanidad, silencios largos, discusiones políticas improvisadas y momentos en los que el desierto parecía detenerlo todo.
Las negociaciones
Las negociaciones avanzaron en múltiples frentes a la vez: Suiza, Alemania, Reino Unido, Israel, la OLP, Jordania… cada actor tenía intereses distintos y ritmos políticos incompatibles.
La Cruz Roja se convirtió en mediadora esencial, y el PFLP trabajó con mensajes claros y bien preparados.
La presión aumentaba con cada hora. Para los rehenes, eso se traducía en un péndulo emocional: esperanza cuando llegaban noticias; pánico cuando no llegaba nada.
El secuestro múltiple no se entendió solo desde la política o la aviación: también desde la resistencia emocional de cientos de personas que sobrevivieron juntos en un escenario imposible. Sus testimonios son hoy una pieza clave para reconstruir la verdad de Dawson’s Field.
La Destrucción de los Aviones y el Comienzo del Desenlace
Los días finales de la crisis fueron una mezcla de tensión creciente, mensajes contradictorios y negociaciones al límite. Mientras los gobiernos seguían discutiendo detalles, el PFLP decidió que había llegado el momento de enviar un mensaje definitivo: destruir los aviones secuestrados.
Las imágenes de Dawson’s Field envuelto en columnas de humo negro dieron la vuelta al mundo y marcaron un punto de no retorno. Ya no era solo un secuestro múltiple: era un acto simbólico de ruptura con el orden internacional.
Los tres aviones en Dawson’s Field poco antes de ser destruidos.
El campo tras las detonaciones: un mensaje político al mundo.
¿Qué pasó realmente?
El 12 de septiembre de 1970, el PFLP ordenó evacuar a los últimos rehenes del desierto. Minutos después, tres explosiones perfectamente sincronizadas convirtieron a los aviones en esqueletos metálicos.
El mensaje era evidente:
“Podemos secuestrar, negociar y también destruir.”
La destrucción no tuvo víctimas, pero tuvo un impacto mediático sin precedentes. Las imágenes publicadas por la prensa mundial mostraban un aeródromo fantasma, lleno de restos calcinados de tecnología occidental. Era un golpe psicológico más que material.
Para Jordania fue la chispa final que aceleró la tensión interna. Para las aerolíneas, un recordatorio doloroso de lo frágiles que eran sus procedimientos. Para los gobiernos, un ultimátum simbólico de que la aviación comercial podía convertirse en un campo de batalla.
La destrucción de los aviones marcó el final visible de la operación del PFLP, pero también el comienzo de una transformación profunda en la seguridad aérea mundial. Lo que ocurrió en Dawson’s Field obligó a cambiar protocolos, tratados, legislación y estrategias de control en aeropuertos de todo el planeta.
Fue el final de tres aviones y el principio de una nueva era.

