Episodio 09: El desastre del yak-42 (2003)

 

La noche del 25 de mayo de 2003, un Yakovlev Yak-42D volaba rumbo a Trebisonda en lo que debía ser el último tramo de un vuelo de repatriación. Transportaba a 62 militares españoles que regresaban de una misión en Afganistán, junto a 13 tripulantes de nacionalidad ucraniana y bielorrusa. El avión, operado por la compañía UM Air, había partido desde Kirguistán, había hecho escala en Kabul y Bishkek, y se encontraba ya en espacio aéreo turco.

Nadie en tierra imaginaba que, a escasos minutos de la pista, la aeronave se encontraba desorientada, volando por debajo de los mínimos de seguridad, sin contacto visual con el terreno y con una tripulación que no dominaba del todo el procedimiento de aproximación.

Durante los últimos tramos del vuelo, la comunicación con la torre de Trebisonda fue constante, pero confusa. El comandante solicitó continuar con la aproximación, pero no informó de ningún problema. Desde el control, se les ofrecieron alternativas, pero no hubo ninguna declaración de emergencia ni solicitud explícita de ayuda.

El Yak-42 volaba, pero sin saber exactamente dónde estaba. Descendía sin referencia, sin guía vertical, sin márgenes. Y a las 01:12 UTC, terminó estrellándose contra una ladera del monte Pilav, a pocos kilómetros del aeropuerto.

El Yakovlev Yak-42 despegó de Bishkek el 25 de mayo de 2003 con destino a Trebisonda, en la costa turca del mar Negro. A bordo viajaban 75 personas: 62 militares españoles que regresaban de una misión en Afganistán y 13 tripulantes ucranianos y bielorrusos. Era el último tramo de un vuelo largo, fragmentado, gestionado a través de contratos en cadena y sin supervisión directa. Pero sobre el papel, todo parecía en orden.

La operación estaba a cargo de la aerolínea ucraniana UM Air, subcontratada por el Ministerio de Defensa español a través de una empresa intermediaria. El avión, un Yak-42D de fabricación soviética, acumulaba más de 18.000 horas de vuelo y tenía un historial de mantenimiento incompleto. La tripulación, aunque habilitada, presentaba niveles de experiencia desiguales, y ninguno de los pilotos conocía bien el aeropuerto de destino.

Las condiciones meteorológicas en Trebisonda no eran buenas. Niebla densa, visibilidad reducida y una aproximación no instrumental exigente. Aun así, el control aéreo autorizó el procedimiento VOR/DME a la pista 29. El tráfico era escaso. El verdadero riesgo estaba en el terreno: montañoso, cercano al mar, sin margen para errores.

Durante los últimos minutos del vuelo, el Yak-42 descendió por debajo del perfil autorizado. La tripulación, desorientada y con información incompleta, ejecutó una maniobra final mal alineada. No declararon emergencia. No pidieron ayuda. Nadie en la torre entendió que estaban en peligro. Y ellos tampoco lo sabían con certeza.

A las 01:12 UTC del 26 de mayo, el avión se estrelló contra una ladera del monte Pilav. No hubo supervivientes.

Este episodio analiza en profundidad lo que ocurrió aquella noche: cómo la combinación de desorganización logística, entrenamiento deficiente y un modelo de contratación opaco terminó costando 75 vidas. Cómo un accidente que pudo evitarse desde el despacho acabó en tragedia sobre una ladera invisible.

También revisamos el informe técnico turco, el entorno de vuelo, las decisiones de la tripulación, el papel del Ministerio de Defensa y la cadena de errores que se extendió más allá del siniestro: en la identificación de los cuerpos, en las actas falsificadas, en los homenajes mal cerrados.

Porque esta no es solo la historia de un impacto contra el terreno. Es la historia de una cadena rota: de cómo fallaron todos los eslabones que debían garantizar la seguridad y la dignidad de quienes volvían a casa.

Acompáñanos mientras reconstruimos este vuelo, paso a paso, para entender cómo un accidente técnico terminó convirtiéndose en un escándalo institucional, y cómo sus lecciones siguen siendo urgentes, veinte años después.

Hoy reconstruimos cómo un vuelo militar subcontratado, gestionado sin control, y operado por una tripulación que nunca debió estar sola en esa cabina, se convirtió en una de las páginas más amargas de la aviación española.

 
Anterior
Anterior

Episodio 10: Vuelo 232 de United Airlines (1989)

Siguiente
Siguiente

Episodio 08: Vuelo 052 de avianca