Episodio 13: Vuelo AF4590 de Air France (2000)

 

La tarde del 25 de julio del año 2000, un Concorde de Air France esperaba en la cabecera de la pista 26 izquierda de Charles de Gaulle. Era el vuelo 4590, con destino a Nueva York. A bordo viajaban 100 pasajeros y 9 tripulantes, la mayoría turistas alemanes que iban a embarcarse en un crucero de lujo por el Caribe. Todo parecía rutinario: cielo despejado, avión preparado, tripulación experimentada. Pero en cuestión de segundos, todo cambió.

Primero, el golpe: una rueda del tren izquierdo reventó al pisar una lámina metálica olvidada en la pista. Después, la chispa: fragmentos de neumático perforaron un depósito de combustible, y el ala empezó a arder. El Concorde despegó envuelto en llamas, dejando tras de sí una estela de humo negro visible desde la torre de control. Con dos motores dañados y el fuego extendiéndose, la tripulación intentó girar hacia Le Bourget. Pero el avión no tenía suficiente empuje ni velocidad. Apenas dos minutos después, el AF4590 impactaba contra un hotel en la localidad de Gonesse. No hubo supervivientes.

Durante más de dos décadas, el Concorde había sido sinónimo de modernidad y exclusividad. Capaz de cruzar el Atlántico en tres horas y de volar al doble de la velocidad del sonido, era un símbolo cultural y tecnológico. El accidente del 25 de julio de 2000 no solo se llevó 113 vidas: puso en cuestión todo el futuro del avión supersónico.

El fuego del AF4590 encendió un debate que acabaría marcando el destino del Concorde. En este episodio reconstruimos paso a paso lo ocurrido aquella tarde, analizamos las causas técnicas y estructurales, y recordamos a las víctimas y al impacto humano de la tragedia. También exploramos las modificaciones que se implementaron, el breve regreso del Concorde en 2001, su retirada definitiva en 2003 y la eterna pregunta sobre el futuro de la aviación supersónica.

Porque esta no es solo la historia de un accidente. Es la historia de cómo un icono de la ingeniería cayó en cuestión de minutos. Y de cómo la aviación tuvo que asumir que incluso los sueños más brillantes también tienen sus límites.

 
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